Sonreí al ver a Connor dormido plácidamente en el sofá, su rostro relajado, casi angelical, algo que me sorprendía ver en alguien como él. La suave luz de la mañana iluminaba su rostro, creando una atmósfera tranquila, casi perfecta. Reí, un sonido bajo y suave, cuando escuché una voz conocida a mi lado. —Llega hasta la gente como la gente normal, me va a dar un infarto —me quejé, sintiendo un sobresalto al ver a Garret tan cerca. Él sonrió, y eso me hizo fruncir el ceño. —Lo siento —respondió con una risa nerviosa. Garret, siempre Garret. Era el tipo de hombre que, si lo veías desde cualquier ángulo, sabías que era atractivo, y por alguna razón, todos se sentían atraídos por él. No podía decir que no lo era, pero para mí, esa atracción no significaba mucho. A su manera, Garret tenía algo que provocaba que los demás lo miraran y suspiraran. Su sonrisa, con esos pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas, sus ojos, un contraste de verde y azul, como si ambos colores se peleara
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