Pero la vida sigue su curso, y a las seis la alarma me devolvió a mi realidad cotidiana. Me costó levantarme, pero no mucho más que de costumbre. La ducha me ayudó un poco a despabilarme. Contra toda lógica, no tenía secuelas físicas de la noche anterior, ningún moretón, ni raspón, ni dolor muscular. Sólo estaba mortalmente cansada.Había helado durante la noche, la escarcha todavía pintaba los jardines en la mañana fría. Pedro llegó a la oficina casi atrás mío, Lucas un poco después. Tomamos mate sin hablar demasiado y nos fuimos enseguida.La excursión a San Martín fue el mal sueño que no había tenido por la noche. Aunque miles de personas la disfrutan cada año, para mí siempre resulta monótona, larga, aburrida. Tuve que forzarme a dejar de lado los recuerdos de lo que me había pas
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