CAPITULO XLIV. CONSECUENCIAS CALIENTES.
-¡Luna! ¿Qué te pasó?- preguntó mi mamá viéndome con ojos asombrados.Sé exactamente a que se refiere. Cuando me desperté al amanecer no sólo me sentía como la mierda, sino que también me veía como una. El llorar por la culpabilidad de cosas, que supuestamente había hecho y con las cuales aún estaba en conflicto, hasta quedarme dormida había generado que mis ojos se hincharan. Estaban enrojecidos y los sentía secos e irritados. Sigurd hizo su mejor esfuerzo consolándome con su presencia, lo cual fue un poco irónico, porque sólo se dejó abrazar de mí, mientras lloraba y gemía lo más silenciosamente posible para no despertar a nadie en casa. Mis sentimientos ahora estaban revueltos hacia Sigurd, no lo conocía, pero de hecho ahora sentía hacia él una ternura y un sentido de responsabilidad como si se tratara de otro her
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