Darren no había parado de golpear el saco de boxeo, que estaba dentro de su gimnasio privado, gotas de sudor recorrían por su espalda, pecho, brazos, frente… uno, dos, tres, cuatro, cinco golpes más y todavía sentía que la adrenalina recorría su torrente sanguíneo.No podía sacar de su cabeza lo que había hecho, si antes se sentía un jodido hijo de puta, ahora se sentía la peor escoria del mundo.—¿Quemando calorías, primito? —se acercó Yohaly, tomando asiento en uno de los banquillos regados por el lugar.—Largo —dijo agitado—. No estoy de humor para tus mierdas.—Vaya, al parecer alguien anda d
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