La suavidad en su entorno era placentera, su cuerpo estaba renovado, aspiro con fuerza al salir de su limbo onírico, parpadeando al verse conectado a una máquina; a un costado una mano sostenía la suya, bajo su mirada para ver a Alena dormida en una pose nada agradable para la columna, miro a su alrededor, suspirando. Su movimiento fue suave, tomando de las axilas a su princesa, para acostarla junto a él, las ojeras en ella eran pronunciadas, preguntándose cuanto tiempo estaba en el hospital. Un grito lejano, le hizo observar detenidamente a su pelirroja, esperando que durmiera. Se elevó, cubriéndola con la manta que tenía, desplazándose a la puerta abierta, miro a cada lado del corredor, y arrastro su líquido hasta llegar al sitio que deseaba, dándole un susto de muerte a los tres enfermeros que estaban allí.—Me pueden quitar esto, ya me siento mejor.—&ie
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