Las luces parpadeantes hacen que me duelan los ojos, estoy mareado y percibo un olor desagradable a gasolina. Los oídos aun me chillan tanto por la explosión, como por el ruido estruendoso del metal cediendo ante una tenaza hidráulica y entonces lo recuerdo, nos emboscaron. El ruido estruendoso cede ante otro mayor. Están partiendo el auto en dos. Trato de levantar la cabeza, pero el movimiento lo impide el collarín que me han fijado al cuello, no tengo dolor en ningún sitio – aun – necesito saber de Dick, debo saber que se encuentra bien, ya perdí un hombre y no soportaría perderlo a él. — ¡No, suéltenme Dyron, Dyron! – esa voz, es mi Pecosa que grita. — ¡Srta., no puede pasar! – escucho un golpe seco, una bofetada. Si la tocan los mato a todos — ¡Por el amor de Dios, que alguien la calme! –
Leer más