El Conde Di Tella entró por tercer día consecutivo en el cuarto de huéspedes (así lo llamaba él, aunque no era precisamente eso) Llevaba consigo nuevamente a su peluda mascota, pues había comprobado, para su propia satisfacción, el temor que la tarántula infundía en su huésped. La tarántula, de la especia Grammostola Rosea era una hembra que había adquirido en una de sus andanzas por Sudamérica y aunque la especie era excesivamente común, incluso para los novatos con los arácnidos, a él, le gustaban las cosas sencillas, dóciles y que sirvieran para sus propósitos, en el caso de la araña, su mascota, y en el caso de la doctora Victoria Greco, una carnada, una jugosa carnada. Victoria Greco estaba sentada en el pequeño sofá individual que estaba al fondo de la habitación, parecía cómoda, reclinada apaciblemente con los brazos descansando en el apoyabrazos. Tenía los ojos cerrados, pero los abrió cuando se percató de la presencia del Conde. - ¿Qué tal,
Leer más