Abrió la puerta, la ansiedad lo consumía, anhelaba ese encuentro como a nada en el mundo y al mismo tiempo se sentía aliviado de saber que sería el último. Tenía que ser el último, por el bien de su matrimonio, aquello tenía que acabar esa noche. Al entrar a la habitación percibió un perfume familiar, aspiró profundo y una media sonrisa se dibujó en sus labios. Las lucess estaban apagadas, no podía ver absolutamente nada, pero sabía que ella estaba ahí, la olía, la sentía, los vellos de su cuerpo se erizaban solo de pensarla. —¿Con quién hablabas? —una voz femenina se escuchó en la oscuridad de la habitación en cuanto Bratt entró. —Solo es la chica de al lado, es muy parlanchina —explicó Bratt soltándose el nudo de la corbata, había ido a su cita vestido de traje, así tendría una excusa en caso de que llegara a casa y se encontrara con Katsumi, le diría que estaba en una reunión de trabajo. —Solo es la chica de al lado, es muy parlachina... —la mujer
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