Termino de poner mi pie derecho en el interior de la sala y retrocedo por el aturdimiento de ver a veinte personas observándome. Me encamino hasta el único sofá individual libre ubicado, casualmente, en medio de todos.—Hola —digo dejando caer mi peso en el mueble—. ¿A qué se debe su visita? —formulo, me es interesante, mas no extraño tener a un número de Biancheris aquí.—Solo queremos saber cómo estás —contesta mi tío Peter mientras se cierne contra mí, igual que el resto.—Dinos, ¿cómo te ha ido? —inquiere Oleína sarcástica. Con sumo cuidado cierra su mano alrededor de mi cuello.Quiere asfixiarme. Pataleo, pero no me suelta.—Ural, Galo, Street, todos ellos —en lo que trato se zafarme de su agarre aparecen los mencionados en compañía de un par de desconocidos.
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