Y entonces cada noche, yo bajaba media escalera y caía rendido ante los escalones, porque mi cama ya no era lugar suficiente para refugiarme, porque mi hermana ya había tenido suficiente de mis dramas, aunque fuera yo, aquel que creía que era impredecible, aquel que creía ser espontáneo, el que había caído en una rutina, en una larga y vergonzosa rutina. Cada aproximadamente ocho meses venía a refugiarme con mi familia, si no era con mi madre era con mi hermana, y ahora… ya sólo puedo refugiarme con mi hermana. Todo comenzó cuando renuncié a mi trabajo, por enésima vez yo creo, como siempre corrí con la cola entre las patas a ver a mi hermana, no importaba si era mañana, tarde o noche; ella siempre abría esa puerta para mí, su pequeño hermano menor, que no tenía amigos, pareja o hijos que lo mantuvieran estable ante una crisis, era noche, (cerca de las doce imagino) cuando toqué a su puerta para molestarla, tardó un par de intentos el hacer que se leva
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