―Siento tomarte como paño de lágrimas literalmente―me dice Mara cuando se repone después de tanto llorar―pero es que, es que―gaguea y yo siseo para que no vuelva a llorar. ―Ya, ya―la consuelo y ella absorbe por la nariz. Por un momento pensé en lo fuerte que era, por tener que escuchar toda esa retahíla de parte de su tía, pero supongo que ni la persona más fuerte puede aguantar escuchar a alguien decir tantos insultos sin responder. "No deja de ser fuerte por llorar", me responde Aella, "solo está dejando salir el veneno que ha dejado esa tía tan dañina". "Ni que lo digas", señalo, "de haber tenido a una persona tan torturadora en mi vida, ya me hubiera pegado un tiro". "Agradezco que no nos hayas pegado un tiro, muchas gracias", indica, "pero no necesitamos a nadie que nos torture, ¿verdad?", me dice y quedo extrañada. "¿A qué te refieres?", le pregunto, pero no me contesta. ―Deberíamos enjuagarnos la cara―le digo a Mara, tra
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