ÁNGEL Y PABLO, PABLO Y ÁNGEL—¿Sí? ¿Lucía...? Sí, claro que podemos vernos, ahora mismo estoy en el despacho de mi hermana Elvira, le envío la dirección.—Perfecto, voy para allá.—¿Quién era? —preguntó Elvira.—Es la policía de ayer, Lucía, ¿extraño, verdad? Manuel por fin ha tenido agallas y se ha suicidado de una vez.—Será una visita rutinaria, para informarnos y tal —dijo Elvira.—Pues no sé por qué, pero tengo una mala sensación, Elvi, y ya sabes que yo jamás me equivoco con eso, esta mujer viene a traernos noticias malas. Algo no va bien, Elvi. ¡Carmen!—¿Qué tiene que ver Carmen con todo esto? No seas paranoica, Deb.Al cabo de unos veinte minutos aproximadamente apareció Lucía en el despacho.—Por favor, tome asiento. —Le ofreció Elvira.—Gracias, seré breve. Vuestra hermana pequeña Carmen está en grave peligro.Elvira y Débora se levantaron de sus sillas a la vez.—Acérquense. ¿Reconocen al hombre y
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