Caí rendido a las cinco de la mañana, después de hacerlo con ella, en más de cincuenta posiciones diferentes, por toda la maldita casa. Con ella suplicándome más a cada tanto. Esa mujer era insaciable, y sabía que jamás me cansaría de ella. Pero… ¿se cansaría ella de mí? ¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que volviese a hacerle daño? ¿Cuánto hasta haber aceptado que jamás podría abrirse conmigo? Llevaba despierto un rato, sin querer levantarme de la cama aún, reticente a abrir los ojos, a enfrentarme a un nuevo día. Pues… a pesar de ser fin de semana, no quería salir de allí, alejarme de ella. Salí de mis pensamientos en cuanto sentí sus caricias en mi pecho, permaneciendo igual de calmado, fingiendo estar dormido aún. Sin poder dejar de preguntarme… ¿cuánto tiempo llevaba ella despierta? Ladeé la cabeza, abriendo los ojos, descubriéndola, pero ella cerró los ojos, con rapidez, fingiendo que aún dormía, haciéndome reír, sin poder evitarlo. Ella e
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