Caí rendido a las cinco de la mañana, después de hacerlo con ella, en más de cincuenta posiciones diferentes, por toda la maldita casa. Con ella suplicándome más a cada tanto. Esa mujer era insaciable, y sabía que jamás me cansaría de ella. Pero… ¿se cansaría ella de mí? ¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que volviese a hacerle daño? ¿Cuánto hasta haber aceptado que jamás podría abrirse conmigo?
Llevaba despierto un rato, sin querer levantarme de la cama aún, reticente a abrir los ojos, a enfrentarme a un nuevo día. Pues… a pesar de ser fin de semana, no quería salir de allí, alejarme de ella.
Salí de mis pensamientos en cuanto sentí sus caricias en mi pecho, permaneciendo igual de calmado, fingiendo estar dormido aún. Sin poder dejar de preguntarme… ¿cuánto tiempo llevaba ella despierta?
Ladeé la cabeza, abriendo los ojos, descubriéndola, pero ella cerró los ojos, con rapidez, fingiendo que aún dormía, haciéndome reír, sin poder evitarlo. Ella e
Lo había estropeado toco con él, eso de ser sincera, de hablar de sentimientos, de descargar toda esa frustración, ese dolor que aún sentía dentro con él, lo estaba llevando todo a la m****a. Tenía que dejar de hacer eso de una vez, de pagar todo con él. Ninguno de los dos volvió a decir nada en todo el trayecto. Se quedó pensativo en todo lo que dije, sólo esperaba que no pensase demasiado en ello. El auto se detuvo frente a una bonita casa, en Gracia. Los dos nos bajamos, sin decir nada. ¿Dónde me llevas? – pregunté, justo cuando nos detuvimos frente a la puerta, con sus dedos apoyados en el timbre. Sonrió, sin soltar prenda, hasta que su hermana pequeña abrió la puerta, abalanzándose sobre él, fijándose entonces en mí. ¿Os quedáis a almorzar? – quiso saber, observando como su hermano asentía y juntos entrabamos al interior. Me sorprendió darme cuenta de que la casa
La besaba, ambos teníamos que ir a trabajar. Era un maldito lunes, y ambos teníamos que enfrentarnos a la realidad. Sabía que ella iría a su piso al salir, así que no la vería hasta más tarde, pero … joder, no quería dejarla ir aún.Vas a estropearme el maquillaje – se quejaba, echándose hacia atrás, mientras yo aferraba mis manos a sus nalgas, haciéndola estremecer – Miguel…Uno rapidito – pedí, dándole la vuelta, presionándola contra la cómoda, haciendo que se quejase al respecto, pero estaba lejos de detenerme, la deseaba demasiado. La agarré del pelo, conllevando a que volviese a quejarse.Ni te atrevas – espetó, justo cuando le bajaba las bragas, dejando su trasero a mi merced. Di una fuerte cachetada en su trasero –
Me centré en el trabajo, evitando pensar en los sentimientos, en Miguel, en lo que me hacía sentir cuando estábamos juntos, ignorando lo feliz que él me hacía, o lo mucho que quería seguir a su lado, sin querer dejar entrar tan poco las dudas sobre su persona, que otras personas dejaban rondando en mi mente, sobre todo Macarena, que no perdía oportunidad en hacerlo.El jueves ya estaba arrepintiéndome de haberle pedido esa semana. Necesitaba su olor, su aliento en mi piel, ese sexo pervertido que me convertía en otra persona, alguien segura de sí misma, una gata salvaje que sólo él había despertado.Cogí el teléfono al salir del trabajo, lo descolgué, esperanzada de que fuese Miguel, cayéndome de bruces al descubrir a otro tío al otro lado de la línea.Luisa, hola. Soy Juanjo - ¡Mierda! No quería ha
La observé desde aquel punto, después de una cena más que interesante de comida tailandesa, que a ella le pareció una buena idea traer. Conocía bien mis gustos, y eso me gustaba, que supiese tanto de mí.Estaba preciosa con el cabello sobre la cara, hondeándose como una bandera. Sabía que aquella comparación le había hecho gracia, y me encantaba hacerla feliz.La ayudé a recoger la cena, tirando lo que había sobrado a la basura, y juego cuando terminó agarré su mano y la atraje hasta mí.¿Qué ha sido lo que lo ha detonado? – quise saber, sorprendiéndola – Estábamos bien, incluso iba a llevarte a un sitio especial en un par de días, así que … - me abrazó entonces, inhalando mi perfume, incapaz de dejarme ir - ¿a qué tenías miedo exactamente? ¿a m
Cuando abrí los ojos esa mañana y le vi allí, junto a mí, mirándome, el mundo se detuvo. Quise retener en mi mente hasta el más mínimo detalle de su apuesto rostro, era perfecto, y era mío.Buenos días – me saludó, sin levantarse ni un poco, a lo que sólo pude ensanchar la sonrisa - ¿estás preparada para nuestra escapada?Mucho – contesté, abrazándole, haciéndole reír, mientras su pecho retumbaba, haciéndome sentir a salvo. No podía acordarme de nada, no quería, ni siquiera pensar en el suelo de esa noche, había sido atroz.Sus caricias en mi brazo me hicieron sonreír, dejando lejos de mi mente todo lo malo, centrándome en ese momento, en él, en mí.Será la mejor cita a la que hayas ido jam&a
Sabía que ella estaba feliz, que esa cita le había hecho olvidarse de todo, pero también sabía que los problemas no se solucionaban solos, y pronto la realidad la golpearía. Aun así, pensaba estar ahí para ella, para ayudarla a estar bien, no iba a irme a ninguna parte.Tengo que admitir, que no conocer los detalles de lo ocurrido me estaba matando. Pero … por primera vez en mi vida quería ser paciente, no forzar las cosas. Por ella.Escucharla reír me hacía bien.¿y si quiero pasar la noche contigo? – preguntó, en el coche, de camino a su casa. Sonreí. Di un giro en medio de la calle, algo temerario, y me dirigí hacia casa.Cuando habló de pasar la noche conmigo, me imaginé algo diferente. Pero… allí estábamos, en mi cama, con ella tumbada sobre mí, mientras yo la
De pie, frente a mí, en la puerta de mi casa, sin querer despedirse de mí aún. Era todo un encanto, y me hacía feliz la forma enfermiza en la que se aferraba a mí.- No es como si no vayamos a volver a vernos – me quejé, con él agarrándome de la cintura, lanzándose a mis labios, alterando mi mundo – pronto estaremos viviendo juntos, Miguel – acaricié sus labios, mientras él daba un paso hacia atrás, aceptándolo – se lo contaré a Macarena esta semana – asintió.- Yo hablaré con la inmobiliaria, para que me consigan algo discreto, asequible, pero no un bodrio – sonreí.- Te quiero – dije, casi sin pensar. Sonrió, ilusionado.- Parece que ahora que lo has dicho, no vas a dejar de decirlo
La puerta sonó, con insistencia, haciendo que despertase, sobresaltado y mirase hacia el reloj de la mesilla de noche. Eran las cinco de la mañana, casi había amanecido. No esperaba a nadie, así que … ¿quién podría ser? Era fin de semana.Bajé las escaleras hasta la puerta de abajo, mientras el timbre seguía sonando con insistencia, y cuando abrí me quedé sin palabras. Mi mente no podía reaccionar…Allí, frente a mí, con el rostro demacrado y plagado en lágrimas churretosas, con varios golpes que no tenían buena pinta en su mandíbula, espelucada, con el vestido ladeado, sangre en sus manos, y sus piernas, se encontraba mi preciosa Luisa.Se abalanzó sobre mí, abrazándome con fuerza, rompiendo a llorar, un llanto desesperado qu