“Sab… Sabrina”. Nigel no sabía por dónde empezar. Parecía avergonzado, muy diferente a su forma habitual de ser.De pie frente a Sabrina, con la cara sin afeitar y una expresión cansada, Nigel parecía haberse encontrado con la muerte.En cambio, la expresión en el rostro de Sabrina era relajada. “Señor Connor, debería hablar si tiene algo que decir”.“Sabrina, lo siento”, consiguió decir Nigel.“Ya me lo dijo hace una semana. Acepto sus disculpas”, respondió Sabrina con una sonrisa amable.“Espero que puedas perdonarme”.“Ya lo he perdonado”, admitió Sabrina.“Entonces… ¿todavía me amas?”, preguntó Nigel con cautela.Al escucharlo, Sabrina bajó la cabeza y guardó silencio. Después de un momento, la levantó de nuevo para mirar a Nigel. “No puedo mentirle, Señor Connor, yo… nunca lo he amado”.Nigel se quedó sorprendido.“Nunca lo he amado de verdad”, confesó ella, mientras trataba de mantener la compostura. “Desde que me abandonaron a los doce años, aprendí a adaptarme al temp
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