11. Mujer implacable.
—Me da que eso ha dolido —reí caminando tras ella, y aprovechando para acercarme a su oído, ella me miró con una icónica sonrisa de triunfo pintada en sus hermosos labios. —Supongo, aunque conociéndole, solo ha sido un rasguño en su alterado ego —añadió, y ambos volvimos la vista hacia mi magullado compañero notando cómo este disimulaba su dolorido orgullo. —No sé qué te habrá contado, pero fue un capullo... —soltó de repente y noté como cambiaba su voz, ¿acaso seguía dolida por ese desengaño? —Aunque eso sea parte del pasado, no puedo tener una buena opinión de alguien como él. Sin quererlo, comprendía a la perfección su reacción, ella poseía una superioridad moral muy evidente, sobre alguien como Mario. Por supuesto, aunque tuviera alguna virtud como gestor de ventas, no conocía ninguna otra. No poseía control en su arrogancia, ni de lejos, era el hombre más discreto, y eso conseguía transmitir su mezquindad. Pero Olympia, parecía querer ofrecerme una disculpa sobre lo que ac
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