Cuando llegó Marcos, aparcó su auto junto a la acera. Alguna gente que se encontraba cerca se concentró en el auto lujoso que acababa de aparcar, un Ferrari, y en el hombre importante que acababa de bajarse de él. No llevaba traje, pero la ropa que llevaba puesta decía “dinero, dinero”. Madilyn se arrepintió enseguida de haberlo citado allí, pero qué podía hacer.Marcos se acercó a ella y antes de sentarse en el banco, se aseguró de que estuviera limpio y que no fuera a estropearle su ropa de marca.—¿Perros? —miró con repugnancia a los animales que ella llevaba con ella. —No me dijiste que tenías mascotas.—No son míos, me pagan por sacarlos a pasear. —Él la miró y se demudó el rostro.—Sigues pensando en pagarme por lo que hice, ¿cierto? —ella apartó la vista y no dijo nada. —Haces que parezca que soy una persona horrible que no puede ayudar sin recibir algo a cambio, pero desde la primera vez que te vi me gustaste y lo sabes. Necesitabas ayuda urgente y no podía hablarte de eso. Te
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