Corrí hasta sus brazos sorprendiéndolo. Me afirmó fuerte de la cintura dando vueltas, quiso pronunciar mi nombre, pero se lo impedí besando sus labios. Un beso largo y profundo, ese que ya conocemos, pero al mismo tiempo se sintió como algo nuevo. Me separé de él y vi sus ojos brillando, con una inevitable sonrisa inocente. Qué bien se veía. Qué lindo es. Pensé, pegando mi rostro en su pecho. Entrelacé mis dedos apenas detrás de su gran espalda. Él acarició mi cabello.—¿Cómo has estado? —preguntó. Lo miré molesta y él abrió los ojos confundido.—¿Por qué no me dijiste que venías? ¿Qué pasó, no encontraste al campeón de ruso?—No, sí lo encontré. Íbamos a entrenar, pero le dije que me me tomaría una semana. Tení
Leer más