De pronto estuvieron en un pasillo muy largo. Era ancho, cabían al menos tres personas tomadas de las manos, y Amelia vio que había muchas puertas, separadas la una de la otra con dos metros de distancia, o menos. Las puertas estaban ubicadas a cada lado del pasillo, y ellas anduvieron por largo rato, y no llegaron a doblar por ninguna esquina, ni encontraron su final.—¿Qué es este lugar?—La vida —dijo la pequeña con una sonrisa traviesa. Amelia notó que era delgada, lucía una simple blusa con un short jean blancos. Parecía morena por el sol, y unas pecas sobre su naricita la hacían ver traviesa y preciosa.—¿La vida? —preguntó, centrándose de nuevo en las puertas. La niña se detuvo al fin y abrió una de las puertas, pero no entró, sino que esperó que Amelia lo hiciera para seguirla.—Cada puer
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