Elena levanta su verde mirada, deseosa de más y más sexo. Ryan desliza su mano hasta su rostro y lo acaricia delicadamente, con ternura, con amor, un amor que nunca pensó sentir. Quién hubiese podido saber que ese hombre cambiaría tanto en su forma de ser después de enamorarse de la primera sonrisa de esa mujer, esa misma que ahora le brinda. – ¡Elena! – proclama su nombre antes de su boca, y si pierde en ella. El sabor de sus sexos se funde en sus lenguas, se saborean, arden en el fuego de su pasión, al punto que sienten derretirse en los brazos del otro. Ryan acomoda suavemente a Elena en la cama, la deja estirarse completamente, como si fuese a dormir y de un solo movimiento la gira, dejándola boca abajo. Desliza sus manos por debajo del cuerpo de ella, y hace un camino de besos por su espalda alta, hasta llegar a sus nalgas. Después del orgasmo la piel de Elena está ab
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