Terminar la licenciatura de derecho era mi única tarea; en primer lugar, porque debía llenar de orgullo a mis padres y, lo demás, para aprender a vivir, es decir, enfrentar la realidad. Múltiples formas de amargura se presentaron en mi juventud, no quería continuar mis estudios; era una tortura intelectual porque mis intereses era terminar un poemario, pero un poemario distinto a los de mi generación. La mayoría imitadores de poetas rancios o peor aún, de borrachos y locos. La mejor imitación que se puede lograr es leer lo que ellos leyeron, no se trata de la rutina maldita de tomar licor hasta provocarse un coma etílico; es que no existe otra manera, como dije, la lectura es fundamental para escribir, por eso era incapaz de terminar mi poemario. Habían demasiadas lecturas pendientes y, eso me provocaba ansiedad; quería leerlo
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