Michaela miraba la puerta de arribo del aeropuerto esperando a Peter. Hacía un año se había ido a Londres y no había vuelto ni una vez. Ella había ido a verlo, obviamente, pero fueron visitas de días, y de eso hacía cuatro meses… y lo extrañaba, lo extrañaba horrores.De pronto lo vio. Estaba completamente abrigado, con una pequeña boina a cuadros, una bufanda alrededor de su cuello, un abrigo que se veía caro, y ella prácticamente corrió a él.Se detuvo a sólo un paso, sintiéndose insegura. ¿Habrían cambiado las cosas? Él ahora era un hombre de mundo, seguramente en Londres había conocido muchas otras mujeres.—¿Michaela? –preguntó él, mirándola un poco admirado. Se había preparado para que le saltara encima, y ella se había quedado congelada.
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