El sudor perlaba su pálida frente, gemidos entrecortados, pasiones desmedidas, besos apasionados que le robaban el alma y el aliento, el calor que estallaba dentro de su vientre al sentir cada una de aquellas estocadas dentro de ella, los ojos celestes, como el color del cielo más limpio una mañana de primavera, que la miraban con deseo, adoración, de nuevo, estaba pasando de nuevo, aquel sueño tan vivido, morboso, un deseo prohibido, era pintora, era su jefe, un hombre que, por lo menos, era un par de décadas mayor a ella, aquella pasión desmedida, aquellas visones morbosas, aquellas sensaciones pecaminosas, aquello, era un manjar prohibido del que ella no deseaba probar, no lo amaba, no lo amaría nunca, ella no deseaba amarle, sin embargo, aquel calor lujurioso y pecaminoso en su pequeño vientre, la hacia tocar el cielo, la hacia desearlo, sentir el calor de su cuerpo desnudo sobre el de ella, para luego fundirse en mi
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