«¡Corso, tu turno!», escucharon aullar a Raksha en el mismo segundo en que lograba sacar a aquella loba de su lycan.Corso no se lo hizo repetir y aprovechó la desorientación de la loba para embestir de lleno contra su costado, sin darle tiempo siquiera de levantarse; pero a diferencia de otros ella no se resistió. No estaba enojada, ni loca, solo estaba ausente.Todo el brillo se había perdido de sus ojos y no podían percibir ni una sola emoción proveniente de ella, como si su alma estuviera entumecida.Aidan tocó su cabeza por un segundo y miró a Rhiannon con tristeza. Habían determinado juntos que no podían seguir liberando solo a los lobos de los niños, porque lamentablemente si llegaban a una guerra, y eso era lo más seguro, necesitarían el apoyo tanto de los lycans como de sus lobos para defenderse.Por suerte, los lobos m&aacut
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