Pecados, muchos de ellos reptando entre las copas de los árboles, sólo observando o atacándose entre ellos.—¡Abajo! —exclamó Diana mientras tiraba del brazo de Kaled para que este se agachara.Kaled obedeció, pero al bajar la mirada se sorprendió todavía más: por la reja junto a ellos podía ver todavía más pecados caminando en la calle y algunos más frente a él en el camino de piedra que llevaba a la iglesia, todos ellos ya fuera mirándose o atacándose para devorarse.Kaled había salido en varias cacerías con Diana, pero en todo ese tiempo no había visto tal cantidad de pecados juntos, todos de tan distintas formas, tamaños y colores que a Kaled se le hacía imposible describir a la gran mayoría de ellos.—Lindo, ¿no? —preguntó Diana en voz baja, sonriendo con burla a
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