Las luces blancas iluminan el quirófano donde Miguel demuestra con soltura sus habilidades. Canta mientras sus manos tocan muchos tejidos y nervios que al mínimo error podrían acabar con la vida del joven que le han confiado. —“They will not force us. —Canta fuerte. —They will stop degrading us. They will not control us. We will be victorious. (So come on) …” —Se detiene, alza las manos, retrocede unos pasos y hace movimientos de baile. Todos ríen. —Cada vez que haces eso me haces viajar en el tiempo. Retrocedo a cuando estábamos de internos. —Dice, Armando, asistiéndolo. —Llevamos ocho horas de pie. Mi cuerpo exige movimiento. —Vuelve a colocarse para continuar. De repente los latidos bajan. Todos se paralizan durante unos segundos, pero él analiza rápidamente la situación mientras los demás esperan una indicación suya. Toma el bisturí y hace una incisión. —Lo tengo. Succión, por favor. —Pide y Armando obedece. Lo latidos se regulan poco a poco. El ser un médico es olvidarse de sí
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