Salí corriendo lo más rápido posible de ahí. Mi cerebro gritaba que era la dirección contraria, pero hice caso omiso a aquel pensamiento. Tomé el primer autobús que vi, por miedo a que Aitor me estuviera persiguiendo. No me importó que fuera un transporte de convictos de una prisión, un autobús de inmigrantes, o un grupo de prostitutas con destino a las Vegas. Sólo quería escapar, huir de aquel hombre que provocaba tantas cosas en mí; entre miedo, desilusión, alegría y un irrefutable amor.Tardé más de una hora en llegar a la seguridad de mi habitación. Como antes había sospechado, había tomado el autobús erróneo, así que tuve que pedir
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