El descenso ocurrió sin ningún inconveniente, la nave quedó estacionada junto a un cráter de singular tamaño, el sol caía inclemente sobre esa área lunar, en el otro extremo se levantaba una especie de montaña caliza propia del lugar, sentados Erex emitió la orden para apagar la nave dejando habilitado el observatorio espacial, después de haber estado con las velas activas, ambos pilotos caminaron hasta la sala de tecnología enfundados en sus trajes de viajeros espaciales donde permanecían los compañeros, Kievlïa ya estaba despreocupada, el nerviosismo del aterrizaje había desaparecido, en sus profusas manos blancas salpicadas de pecas rojizas se denotaba la tranquilidad y la paz interior reflejada en su hermoso y delineado rostro, Erex le sonrió con gesto amigable, -quiero recordar las ordenes de la Comandancia General, los acontecimientos en la tierra se precipitaran más de lo que nos imaginamos-, dijo Olgÿn,-por supuesto-, reaccionó Henqèph,-pero antes queremos
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