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51.
—Así es capitán… Es pequeño y negro, como un «Jackdaw» y veloz… Tan veloz que parece que vuela. Estoy orgulloso de mi barco —dice Morgan dándole un golpecito al barandal, como si fuera una forma de reconfortar y motivar a su barco. El capitán después de una ligera reverencia da media vuelta y continúa su inspección mientras cada hombre parte de la tripulación de Morgan permanece tranquilo y firme, con la confianza que les inspira su capitán. —Las grajillas occidentales no solo se caracterizan por su color negro y su tamaño, son criaturas con extrema vanidad y ladrones de cosas brillantes. Son símbolo de muerte y calamidad… pero eso no cualquiera lo sabe, solo un gales que ama su cultura y sus fábulas —termina de decir Morgan guiñándole un ojo a Cirice quien no puede evitar sonreír. Sabía perfectamente que un nombre de una pequeña ave negra no era suficiente para el barco de un pirata, claro, algo más debía de haber escondido. —Lo felicito Duncan, tiene una nave excepcional, creo q
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52.
—Eres mujer… igual que yo… No permitirás que tus hombres me lastimen, eres consciente de lo que tus bestias podrían hacerme y sería como darles valor para que un día se amotinen y te lo hagan a ti también. —Cirice, temerosa de la demostración de los piratas, le habla a Anne tratando de encontrar una pizca de empatía en ella. —No le hagas daño —insiste Morgan que con dificultad busca ponerse de pie. —No lo haré… No soy un monstruo, mis hombres podrán comportarse como bestias, pero han aprendido a respetar a las mujeres. —Bonny sonríe mientras baja el filo de su espada y la vuelve a enfundar—. Preparen la plancha. —Sonríe alegre y sus hombres levantan un festejo al aire, de inmediato toman un tablón y lo empiezan a colocar en la orilla. —No te atrevas… —dice Morgan con los dientes apretados, cargado de coraje. Anne camina hacia él y después de verlo con lascivia le sonríe en respuesta. —No te preocupes, tú irás con ella. —Le guiña un ojo y ve a su alrededor, alegre de sentirse con
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53.
—¡Sí! ¡No estoy holgazaneando! ¡Nunca lo hago y es molesto que me trates como si siempre lo hiciera! —Por un momento de valentía la sirena alzó la voz, enfrentándolo, sabiendo que tenía dos opciones: que la devorara o que la dejara en paz, en cuyo caso no importaba cuál fuera a optar. Para su sorpresa el tiburón se quedó en silencio, se mantuvo flotando frente a ella—. Yo solo estoy aquí tratando de sentirme mejor… Tratando de recordar que alguna vez fui querida, que alguna vez fui amada y que preferí dejarlo todo por una aventura que solo salió mal… Creo que tengo derecho a venir aquí y recordar por qué tengo que acatar las órdenes de Gumbora sin chistar. —¿Ah sí? Y… ¿Por qué? —Esta vez la voz del tiburón sonaba suave y curiosa. —Por qué soy estúpida... —Cirice, bajando la mirada con dolor, de nuevo se acurrucó al lado del trono de su padre mientras el tiburón de nuevo empezaba a nadar alrededor. —No soy quién para contradecirte —respondió el tiburón entre risas. Era la primera
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54.
—¿A tu edad si lo puedes decir? —pregunta la sirena escondiendo una sonrisa. Morgan voltea a verla directo a los ojos y se siente confundido, sabe lo que siente cuando está al lado de ella, sabe que todo se revoluciona dentro de él, pero… ¿es eso amor? —¿Tienes familia? —pregunta Cirice como si solo buscara romper con la tensión, en un intento de poder entretenerse antes de dormir y dejar a un lado su dolor propio, pero la pregunta le caló muy hondo a Morgan quien sonriendo con tristeza recordó a Caroline. —Estaba casado… Tenía aspiraciones de tener un hijo… De hecho, quería cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. —Sonríe como si en la llama de la fogata pudiera ver a esas criaturas. El saber que estuvo alguna vez interesado en otra mujer le duele a Cirice, es como si alguien le enterrara una aguja en el corazón. La nostalgia con la que habla el pirata solo le dice que en verdad era algo que quería, que tal vez amo demasiado a esa mujer. ¿Podría competir con un amor así? —¿Qu
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55.
—¿Aún la amas? —esa pregunta sale con la voz entrecortada y directo del corazón de la sirena. —¿Aún lo amas? —Morgan sonríe dispuesto a no volver a caer en la misma jugada. —No, lo odié… lo odié con todo mi ser, pero ahora… ahora simplemente… no significa nada para mí, no causa ni dolor ni cariño, es como si jamás hubiera existido. Tal vez solo siento remordimiento por lo que le hice, pero solo eso. —Cirice responde sin dudar, siente que esa barrera se ha derribado y por lo menos en ese tema puede ser lo suficientemente abierta con él—. ¿Aún la amas? —repite su pregunta con algo de temor. —¿Temes que sea así? —pregunta Morgan poniendo toda su atención a los ojos turquesa de la sirena. —Contesta… —No se anima a decirle que en verdad teme que así sea, porque se habría enamorado de un hombre que no le corresponde por segunda vez, como si se tratara de una maldición. —¿Entiendes que soy un hombre mucho mayor que tú? ¿Qué soy un pirata? ¿Qué no soy alguien que te convenga? Tu aún eres
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56.
Morgan se queda por un momento en silencio, incluso guardando la respiración, viendo cómo ella acaricia su piel después de acunar el agua en sus manos y dejarla caer por sus hombros. Ve perfectamente su espalda hasta la cadera, su piel nívea se vuelve una atracción irresistible y en cuanto Cirice se percata de la presencia del pirata le sonríe suavemente terminando de destrozarle la cabeza. Lentamente la sirena da media vuelta, terminando de disfrutar el contacto con el agua, su cabello que permanece también mojado cubre sus pechos y con delicadeza sigue avanzando hacia el pirata que parece haberse quedado congelado por la belleza de la sirena. Como si no solo con la voz pudiera fascinarlo, Morgan avanza hacia ella con pasos suaves, algo dudosos, como si temiera que en cualquier momento ella fuera a desaparecer si intenta tocarla, como si se tratara de un espejismo. Sería la ilusión más hermosa y dolorosa que podría sufrir ese hombre que ha perdido tantas cosas. Suavemente pone su
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57.
—Es lo mínimo que puede hacer esa maldita después de hacerme caminar por la plancha y dejarnos en esa maldita isla —dice Morgan molesto cruzándose de brazos y de nuevo la mirada de Barba Negra regresa a Cirice.—Bueno, pero quedaste en buena compañía, con esta criatura esculpida por el mismísimo Poseidón. ¿Qué clase de sirena encantadora tienes en tus manos?La forma de expresarse de Teach hacen reír a Cirice, si tan solo supiera el viejo pirata que su comentario no es tan lejano de la realidad.—Ella… es la prometida del príncipe Carlos II de España. Ante ese comentario todos los cercanos que pudieron escucharlo parecen sorprendidos.—¡Vaya! ¿Secuestraste a la prometida del príncipe de España? Cada vez estás más loco —dice Teach viendo con sorpresa a Cirice, sin saber cómo comportarse frente a ella. La sirena voltea hacia Morgan sin comprender que hacer, él solo asiente con la cabeza motivándola a que siga con la mentira incluso frente a sus amigos, comprende que, aunque parezcan s
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58.
De forma sorpresiva, Cirice brinca apoyándose en el tipo que la sostiene por el torso y se deja caer hacia delante, haciendo que el hombre pase por encima de su espalda y pierda el control sobre ella, cayendo frente a sus ojos y sin miramientos, la sirena encaja su espada entre los ojos del hombre, atravesando su cabeza hasta que la punta choca con la madera de la cubierta.La acción deja boquiabierto a Morgan mientras que Barba Negra y sus hombres levantan sus espadas, gritan de júbilo y siguen la batalla. Los hombres del barco enemigo empiezan a retroceder, su número se reduce e intentan huir. Querer enfrentarse a alguien como Barba Negra es un error que no se perdona. La tripulación persigue al enemigo hasta su propio barco, impidiendo que estos puedan irse, haciéndose con sus vidas. No queda ni un solo sobreviviente y todo lo que esos piratas guardaban como botín de anteriores barcos termina siendo de Barba Negra y sus hombres; el barco lo dan por perdido. Con sus 32 cañones, Tea
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59.
—Lo siento, pero mi magia me la reservo para mí. Aprendí que hay gente malagradecida que puede hacer daño con ella. —Con la mirada fija en el rey, Gumbora escupe cada palabra con odio—. Usted bien lo sabe, su majestad… Le recomiendo que se apure, su hija puede estar en aprietos. —Le guiña un ojo y vuelve a darle la espalda molesta. Ante la sorpresa en los ojos del hechicero, el rey se abalanza sobre la hechicera, la toma por el cuello y con fuerza la azota contra la pared haciéndola voltear hacia él. La empieza a sofocar con sus propias manos, pero ella en vez de suplicar por su vida solo sonríe de oreja a oreja, fascinada por la desesperación del rey, disfrutando como se consume en su angustia. En su desesperación, poco a poco empieza a colapsar, el mundo se cae a pedazos y no tiene forma de salir de esta. De pronto el rey la suelta y se aleja de ella, volviendo sus manos puños y tratando de controlar la furia que crece dentro de él. —El karma llega, viejo amigo, a veces tarde, a
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60.
—¡Ya basta! —grita Carlos cubriéndose los oídos, tratando de ignorar esas palabras llenas de lascivia que arroja su madre.—Ya te dije, un doctor la revisará… si tuvo relaciones con ese mercader, vete haciendo a la idea de que esa mujer saldrá de tu vida, ¿entiendes? —Con esa última advertencia, la reina sigue su camino. Sus tacones suenan en la habitación, ante el silencio del príncipe que parece empezar a llenarse de dudas, angustiarse por todas las posibilidades. Su cuento de hadas empieza a desmoronarse junto con su corazón.La reina sin más que decir o que hacer continúa su camino, sabiendo que puede agarrarse de lo que le acaba de mencionar a su hijo para deshacerse de esa criatura que le trae tantos malos recuerdos, simplemente no quiere verla, no quiere ver esos ojos, lo único que se le viene a la mente que justifica su existencia es que tal vez sea hija de aquella mujer muda que mató a su esposo. ¿Qué otra posibilidad habría?Llega hasta el despacho que alguna vez fue de Fel
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