Ella, con toda su sensualidad, la misma que me embriagó hace casi más de un año, se acerca. Intenta tocarme pero agarro su brazo antes de que toque mi piel.—No me toques, Clara. —ordeno molesto.Su presencia me enoja, me enerva muchísimo. Es una desgraciada que tiene el descaro de presentarse aquí, aún sabiendo que la odio, tanto o más de lo que la amé una vez.—Antes no ponías resistencia a mis caricias, déjame hacerte recordar, yo sé que puedo hac...—Escúchame bien, Clara, lo nuestro se acabó —aseguro—, es mejor que te vayas de aquí, no te maté cuando descubrí tu farsa porque aún tenía sentimientos por ti. Así que vete, lárgate.—No me iré, hasta que resolvamos lo que pasó. —suelta con firmeza, rompe nuestro contacto y sonríe, Clara siempre fue una mujer segura de sí, despiadada.Su belleza siempre fue un arma que supo utilizar muy bien para lograr lo que se prometía. No voy a negar que en más de una ocasión tuve que poner en su lugar a más de
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