Sería ingrato decir que Mary Wellesley, duquesa de Wellington, era fría y antipática después de haber pasado tanto sufrimiento en la vida. Sentada en el ventanal de su casa, ubicada en el centro de Londres, en el año 1845, donde la vida era muy complicada, estaba ella pensando, cómo haría, para desenrollar el problema en el cual se había inmiscuido inevitablemente. Sus padres habían muerto dos años atrás en medio de un trágico accidente, dejándola sola y sin ningún apoyo que no fuese ella. Al pasar todas las cuestiones cruciales bajo sus manos, se percató de que hacía tiempo estaban en deudas enormes con lo cual temía, no podía pagar. Esto la había dejado perpleja puesto que estas deudas eran las consecuencias de los juegos y las apuestas sin recompensas de su amado padre, lord Nicholas Wellesley, duque de Wellington. Nunca lo creyó capaz
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