Los días han pasado tan rápido, y a la vez tan lentos...Cada vez que amanecía esperaba con ansias alguna respuesta de Andrew, una carta en la que me declaraba su amor y su perdón y me decía que no me preocupara, que tenía el plan perfecto para dar esquinazo a mi padre, pero no ha escrito y mañana es el día que debo casarme.Toda mi habitación está a rebosar de complementos brillantes y caros; unos pendientes de diamantes, una pulsera de oro blanco con otros cuantos diamantes esparcidos, varios anillos y un collar cargado de piedras preciosas y brillos.Mi vestido lo tiene puesto un maniquí. Si tengo que ser sincera y olvidarme del asco que le tengo a la boda y todo lo que tiene que ver con ella, el vestido es precioso. Es el sueño de cualquier niña. No es el típico blanco, sino que tiene un tono blush, el que te hace pensar que tal vez pueda ser rosado o no, un tono rosa tenue casi imperceptible, ese precioso tono que siempre me ha enamorado. El escote es de tipo
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