Por un par de segundos no sé cómo reaccionar, sólo puedo mirarlo, desconcertada y asustada, hasta que las conexiones en mi cerebro parecen reaccionar de nuevo. Y lo único que se me ocurre es cerrarle la puerta en las narices, pero mi intento es en vano cuando la punta de su bota se queda en medio y la coge con la mano, haciendo que me aleje rápidamente.Trago saliva con dificultad cuando su mirada intimidante se clava en mis ojos. Su cabello parece más desordenado que de costumbre, aún lleva la ropa de anoche y su rostro parece cansando, con sendas ojeras bajo los ojos. Y a pesar de ello, tan guapo que da miedo.Ninguno abre la boca, aunque yo no dejo de maldecir a Cole por bocazas. Es un hecho que Sam acaba de llegar y a ese chivato no le ha faltado tiempo para contarle donde estoy.Los movimientos de Sam son tranquilos: el modo en el que cierra la puerta a su espalda, o como si estuviera en su casa, va a hasta l
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