LA AMENZA. Diana iba en el automóvil con Mark. —No se preocupe, señora. Ian saldrá bien de todo esto —el guardaespaldas de Ian estaba tratando de confortarla. Ella suspiró, lo menos que quería que él tuviese un lío legal por su culpa. Colocó las manos en su vientre. —Gracias, Mark —dijo—. Volvamos a la empresa. El chófer negó con la cabeza. —Lamentablemente no puede ir allá, señorita. Ian me dio orden específica de llevarla directamente al ático. Diana no estaba de acuerdo con lo que había dicho. Iba a contestarle cuando sonó su teléfono celular en su bolso, frunció el ceño al contestar. —¿Estás bien? —Esa voz la conocía muy bien. —¿Cómo conseguiste mi número telefónico? —Diana al salir de Miami, lo primero que hizo fue cambiarlo. —Eso no importa, querida. —¿Qué demonios quieres Andrew? —Lo único que quiero saber es si estás bien. —Con un golpe en e
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