Aun era muy temprano, apenas el sol amenazaba con salir de su escondite. Las heladas montañas de Transilvania parecían haber llegado al pueblo para arrazar con el poco calor que les quedaba, estás estaban cubierta por la nieve que muy pronto caería sobre las casas. Y no solo eran las casas, también los alrededores, bosques, árboles, colinas, carretera. Era un crudo invierno el que se avecinaba, Elizabeth contemplaba aquella maravilla desde la ventana de su habitación, le fascinaba ver los amaneceres desde lo alto de su castillo. Se abrazo asi misma, no es que sintiera mucho frío pero necesitaba a una persona a su lado en ese instante.Claro después de tener ese pensamiento no tardó mucho en sentir unos fuertes brazos alrededor de su cuerpo y, por decirlo así su "calor" la envolvió haciéndola estremecer en lo más profundo de su ser. Amaba a su esposo, era su compañero eterno, su guerrero en las batallas, su amigo... Y él lo sabía perfectamente...—¡Hola, hermosa!
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