Arthur se apeó del caballo lleno de emoción. Había soñado todos esos días con el rostro de Sam al ver a su hijo, y las ansias de presenciar esa felicidad en ella lo tenía nervioso y con náuseas. Corrió hacia la puerta con temblores en sus manos y el pecho agitado. Jacqueline lo siguió con el niño en brazos, él era muy tranquilo para un niño de su edad y casi no emitía palabras.Arthur se percató de la puerta a medio abrir y entró en silencio, pues quería sorprenderla. Su corazón palpitó con intensidad al ver un florero roto en medio de la sala y algunas cosas tiradas, como si una lucha se hubiese llevado a cabo allí. Corrió con desesperación hacia las demás habitaciones de la casa mientras la llamaba con gritos llenos de angustia. —¡Sam! No, no, no, no. Sam, amor mío. ¿Qué sucedi
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