10. CONFESIONES Y RECLAMOS
De camino al lugar de mi cita, yo hablaba con Chío por teléfono sobre ese tema que seguía rondando mi cabeza y que, esperaba, pudiera resolver a mi favor, y al favor de la pequeña que necesitaba proteger. —Lo lamento mucho, Lici, pero es todo lo que se puede hacer —dijo mi amiga y, aunque no quería sonar decepcionada, fue justo así como terminé sonando al iniciar mi respuesta con un sonoro suspiro. —Lo entiendo —aseguré casi en un susurro, porque no quería decir que lo entendía, pues eso me sonaba a resignarme, y no era lo que quería hacer y se lo dije a mi mejor amiga—, pero me parece un poco injusto, y no para mí, para ella. —Lo sé, Lici —aseguró ahora mi amiga—, y lo lamento en serio. —No, amiga, no hay nada que tengas que lamentar —declaré para que ella, que había hecho tanto por mí, no se sintiera mal por no haber logrado lo que yo había pedido—, al contrario, muchísimas gracias por todo. En serio no sé qué podría haber hecho yo sin ti. —Todo para que seas feliz —dijo Rocío y
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