Calculando sus pasos Marito caminó a través de la obscuridad en la habitación asignada en la clínica, hizo girar la cerradura de la puerta, sin hacer ningún ruido salió al pasillo en penumbras y siguió avanzando sigiloso, el silencio se imponía insolente haciendo sombra a sus pies, llegó a la oficina de recepción, apartó una de las cortinas de los celosías, con cuidado miró hacia las limpias y amplias calles iluminadas por las farolas amarillentas, los arbustos de benjamines sembrados en las aceras de ambas calles soplaban un viento fresco trayendo un agradable perfume de limonaria, “este sin duda es el cielo”, pensó Marito, “ya he ascendido al reino de los cielos”; una camioneta 4x4 pasó frente a la clínica sin hacer mucho ruido, -vaya, en el cielo también circulan vehículos, era imposible que Dios en su magnificencia y grandeza
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