Edith se deshacía en sus brazos, le encantaba la manera como la tocaba y como la encendía. No podía dejar de pensar en tenerlo dentro suyo, si esto era estar enamorada, ella estaba jodidamente perdida de amor. Él le sacó un pecho y le mordisqueó el pezón, Edith sintió desfallecer, estaba más mojada que nunca, se sacó el otro pecho y se lo ofreció; los ojos de Armando brillaron, sin perder tiempo le succionó el pezón y le restregaba su erección en su humedad.—Hazme tuya —le susurró al oído, lamiéndole el l&oacut
Leer más