Nuevamente trepe a ella y me acomode en su filo dejando tras una nueva oportunidad descolgados mis pies, la luna aun dejaba contemplar su brillo a pesar de que casi era hora de que se perdiese de mi vista en el horizonte, la neblina desde lo alto se dejaba ver blanca como algodón arropando todo a su paso el frío, era capaz de calar los huesos, la temperatura nuevamente con la llegada de la luna había cambiado a conveniencia. Siempre se dice que en miedo de la soledad nuestros demonios se hacen escuchar y los míos no tardaron en hacer ruido al verme rodeada de completa soledad por primera vez desde que leí aquella carta a viva voz me encontraba dudando respecto a que si lo dicho por mi sería realmente lo correcto. Paso el tiempo, algunas horas fueron dejadas en el olvido
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