Sebastián Después de haber conseguido todo lo necesario para encontrar a mi luna, Elena, mi padre y yo nos fuimos a la biblioteca, Elena comienza a echar todo lo que buscamos en un bol, lo mezcla y susurra algunas palabras en latín antiguo sobre este.—Dame tu mano, —pide y yo se la entrego, esta toma la daga de plata y la desliza por mi palma abriendo mi piel, jadeo por el dolor que esto provoca al ser la daga de plata.— ¿No pudiste usar otra cosa qué no sea plata? —Pregunta mi padre mientras que ella aprieta la herida para que sangre lo suficiente, toma el bol y derrama mi sangre dentro de este.—La plata es lo único puro que dejaron los Dioses en la tierra, —anuncia y suelta mi mano mientras que yo tomo una toalla que me pasa mi padre la envuelvo en mi mano para detener el sangrado y que esta comience a curar. Mi padre no responde y ella toma el bol, m
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