Capítulo 32

Sebastián 

Acaricio el rostro de mi luna y dejo salir un suspiro al verla tan relajada, con un poco más de color aunque estoy preocupado porque lleva dos días en ese estado sin moverse, sin abrir sus hermoso ojos. Esto me tiene enojado y frustrado, enojado por no a verla cuidado como debía, se supone que es mi luna y que debo protegerla pero le falle. 

—Despierta mi luna, necesito escuchar tu voz y ver esos hermosos ojos que tienes, —pido besando su frente. Escucho el sonido de la puerta cuando la tocan—Adelante, —murmuro y por esta entra mi madre con una bandeja de comida. 

— ¿Cómo sigue? —Pregunta dejando todo en la mesita de noche y mirando a mi luna. 

—Igual, —respondo—Solo su color de piel ha cambiado tomando un mejor tono. —Añado porque su piel antes estaba algo amarillenta pero ahora se ve más viva

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