CAPÍTULO 44. NUNCA TE HARÍA DAÑO.
Estaba nerviosa, no era fácil enfrentarse a todo aquello a lo cual le has temido durante toda la vida, nuestro peor enemigo son los miedos, porque nos paralizan, neutralizan nuestros deseos de actuar, no obstante, aquí estaba dispuesta no solo a enfrentar a mis propios demonios, sino también a los de Enrico. Entraron los periodistas, mis manos sudaban, una parte de mí la cobarde, quería huir, seguir callando por temor a represalias, pero la otra, se había hartado, sabía que no habría un mañana si continuaba callando y para mi bien, esa fue quien terminó imponiéndose. Los periodistas, a medida que fueron entrando, se quedaban mirándome sorprendidos, como no lo iban a hacer, estaba convertida en un monstruo, el rostro por completo inflamado con morados, casi no veía de mi ojo izquierdo, había tenido desprendimiento de retina, por lo cual deb
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