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CAPÍTULO 41. MI VERDUGO
TRECE MESES DESPUÉSTabata BelliniCaminaba por el aeropuerto de la ciudad de Nápoles, luego de haber estado un poco más de un mes en la casa de mi hija Dara en Boquerón, Paraguay. Gracias a Dios, luego de su rechazo, unos meses después tuve oportunidad de conversar con ella, le conté mi vida, las razones que me llevaron a dejarla con mis padres de la enfermedad de su hermano Romano, ella me comprendió, ese mismo día antes, incluso presenció un ataque de Enrico hacia mí. Respiré profundo, pensando en lo que debía hacer, en definitiva mi vida era un desastre, estaba a la deriva, no encontraba mi lugar en ninguna parte, a mis treinta y nueve años, casi cuarenta era una mujer llena de inseguridades, vivían con la zozobra de las amenazas de Enrico, iba de un lugar a otro, ni siquiera estabilidad tenía, por un moment
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CAPÍTULO 42. ¡MALDITO COBARDE!  
Mi vuelo estaba aterrizando, mientras no podía dejar de pensar en Tabata, el vuelo de Paraguay había hecho escala en Madrid, pero como tenías cosas por hacer en esa ciudad no continué el recorrido, aunque le pedí me acompañara, porque deseaba no separarme de ella, se negó. Por más intentos de acercármele durante este mes, fueron pocas las veces en las cuales pudimos conversar, siempre terminaba rechazándome, me decía que buscara a mi esposa, pues era a ella quien amaba, le traté de explicar, pero era demasiado terca, no quiso escucharme. Por mi parte estaba inquieto, temía Enrico volviera a chantajearla con sus hijos y ella terminara aceptándolo otra vez en su vida. El jet aterrizó, porque desde Madrid decidí tomar uno de la empresa. Apenas descendí de la aeronave mi celular comenzó a repicar, al alzarlo se trataba de
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CAPÍTULO 43. ES HORA DE HACERLE PAGAR A MI VERDUGO
La rabia bullía en mi interior, estaba cegado por completo. Soltándome del agarre de quienes me sujetaban, me le encimé a Enrico, lo tomé por el cuello y lo pegué contra una pared, golpeándolo con fuerza. Sus guardaespaldas iban a intervenir, mas el médico y mi chófer los detuvieron. Comencé a golpearlo numerosas veces, con mi puño cerrado, solo visualizaba el cuerpo de Tabata sangrando, golpeado y se desataba en mí un demonio a quien nunca hasta ahora había conocido. El cobarde no se defendía, solo le pedía a sus guardaespaldas separarme. —¡Sepárenlo! ¡Quítenlo! —exclamaba, con su rostro pálido. —¡Maldito! ¿Por qué no te defiendes? Te la das de muy hombre para golpear a una mujer, pero un cobarde cuando te enfrentas a un verdadero hombre—le gritaba
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CAPÍTULO 44. NUNCA TE HARÍA DAÑO.
Estaba nerviosa, no era fácil enfrentarse a todo aquello a lo cual le has temido durante toda la vida, nuestro peor enemigo son los miedos, porque nos paralizan, neutralizan nuestros deseos de actuar, no obstante, aquí estaba dispuesta no solo a enfrentar a mis propios demonios, sino también a los de Enrico. Entraron los periodistas, mis manos sudaban, una parte de mí la cobarde, quería huir, seguir callando por temor a represalias, pero la otra, se había hartado, sabía que no habría un mañana si continuaba callando y para mi bien, esa  fue quien terminó imponiéndose. Los periodistas, a medida que fueron entrando, se quedaban mirándome sorprendidos, como no lo iban a hacer, estaba convertida en un monstruo, el rostro por completo inflamado con morados, casi no veía de mi ojo izquierdo, había tenido desprendimiento de retina, por lo cual deb
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CAPÍTULO 45. MOSTRÁNDOME EL PARAÍSO  
Transcurrieron otro par de semanas, terminé quedándome con mis gemelos en el apartamento de Donatto, pero pagándole un canon de arrendamiento a pesar de su oposición. Mientras tanto mi hijo Romano regresó a Roma. Conseguí trabajo, en una empresa de uno de los socios de Donatto como secretaria y me estaba desempeñando bien. Donatto seguía insistiendo en cortejarme, aunque no buscaba besarme ni acercarse físicamente a mí, pero me invitaba con mis hijos a parques, juegos, paseos, museos, almuerzos, cenas, ferias, me regalaba rosas. Era demasiado detallista, todas las mañanas lo primero que veía al levantarme, era un mensaje suyo. Era demasiado atento, me abría la puerta del auto cuando iba a subirme, las puertas de los edificios donde íbamos cuando íbamos a entrar,  me buscaba y llevaba todos los días al trabajo. Leer más
CAPÍTULO 46. EL CULPABLE DE MIS DESGRACIAS  
No pude evitar sentir las lágrimas saltar de mis ojos, nunca imaginé sentirme tan plena y amada, en ese momento comprendí de nuevo, la diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Porque una vez más Donatto, me hizo sentir delicada, importante, con suavidad me recostó en la cama, quitó la ropa con cuidado y comenzó a recorrer cada resquicio de mi piel con sus labios y lengua, desde mis orejas las cuales mordisqueo, haciéndome sentir una especie de corriente eléctrica recorrerme, bajó por el cuello, donde se entretuvo oliendo y besando, siguió descendiendo, quedándose más tiempo a juguetear con mis senos, los besaba, saboreaba, succionaba, despertando en mí una vorágine de emociones. Con cada roce de su lengua en la piel, sentía quemarme en la llama de la pasión, apreté mis manos en las sábanas, entretanto un cosquilleo recorr&iacut
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CAPÍTULO 47. SORPRESA.
La actitud de Donatto me sorprendió, ¿Cómo podía estar tan feliz cuando yo estaba muriéndome de los nervios? Era riesgoso un embarazo a estas alturas de mi vida, ¿Cómo iba a ser mamá cuando ya tenía dos nietos? Mi hijo sería menor a sus sobrinos, no quería volver a pasar por todo el trauma de un embarazo y si él cambiaba de actitud hacia mí. Todas esas preguntas habían martillado en mi interior desde el mismo momento cuando me enteré de la noticia. Aún estaba evaluando la expresión en el rostro de Donatto, cuando de forma sorpresiva no solo para mí, sino también para mis hijos, lo vimos lanzarse en el suelo de rodillas a mis pies, tomándome por la cintura, comenzó a darle besos y hablarle a mi barriga, sin dejar de sonreír feliz, yo me quedé congelada, no sabía si levantarlo, seguir peleando, abra
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CAPÍTULO 48. ¡SUÉLTALA DESGRACIADO!  
Cuando vi a Tabata caer inanimadamente en la camilla, el miedo se apoderó de mí como una gran bruma, me puse pálido y a punto estuve de caer también desmayado, pero Dafne me tranquilizó. —No vayas a perder la conciencia tú también, porque no podré con los dos, no te preocupes se desmayó por la impresión de saber que tiene un embarazo doble —sonrió mi amiga, mientras tomaba un copo de algodón, lo untaba con alcohol y se lo colocaba en la nariz a Tabata. Yo permanecía a un lado de ella, esperando despertara, cuando lo hizo, un atisbo de susto se asomó en sus ojos. —¿Estaba soñando, verdad? —preguntó en tono de duda. —Bueno, en realidad no es así, te desmayaste al saber que serás la madre de unos gemelos —hablé sin poder evitar un
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CAPÍTULO 49. CAPÍTULO FINAL
Llegué a Nápoles un día antes, le pedí a mi chofer que en vez de llevarme a la empresa lo hiciera al apartamento de Tabata, estaba muy intranquilo, enseguida comencé a marcarle, no me respondía, marqué los números de Adriano y Flavio, los cuales Genaro había dejado en la planta baja, cuando venía de camino a buscarme y tampoco atendían sus móviles. —Genaro, por favor acelera y vamos donde Tabata, yo me encargo de pagar las multas —. No podía soportar mi inquietud, tenía una angustia y sobre todo un mal presentimiento. Cuando llegamos al edificio, ni siquiera esperé a que el auto se detuviera y literalmente me lancé. Corrí a la entrada, los de seguridad me abrieron la puerta de inmediato. Esperé el ascensor por unos segundos, como no llegaba, decidí subir por las escaleras, lo bueno, no eran mucho lo
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EPÍLOGO
Un año después del nacimiento de los mellizos. El jardín estaba decorado en tonalidades azules y rosado, hermosas sillas y mesas vestidas de estos colores, había payasos, inflables de niña y de niño, la mesa con entremeses. Veía hacia la entrada esperando la llegada de Donatto, quedó en llegar el día anterior y aún no aparecía. Estaba ansiosa por volver a verlo, tenía dos meses que no lo veíamos, aunque hablábamos por teléfono, videollamadas, no volvió a hablarme de querer casarse conmigo, mantuvo su promesa de no hacerlo, por más de quince meses. A veces me preguntaba, si quizás encontró a alguien más y se olvidó de mí, porque no podía creer como se mantenía célibe un hombre tan guapo y extraordinario como él, más cuando
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