Valeria fue trasladada nuevamente al Centro Penitenciario, recordaba mucho a su abuela, ya casi no sonreía, y si comía lo hacía por deferencia a su hija no nacida y así pasaron un par de semanas, cuando recibió una visita, salió a la sala pensando que era una de sus amigas, pero se frenó al ver a la persona que la esperaba, no lo conocía, se trataba de un hombre como de treinta y cuatro años, alto, de buen porte, cabello castaño, ojos ambarinos, era atractivo; cuando él la vio se quedó mirando su prominente vientre con sorpresa, se le acercó saludándola —. Mucho gusto Valeria, es usted más atractiva de lo que me la habían descrito—. Le dijo con acento gaucho.
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