A pesar de que tengo los ojos llorosos y sigo aferrada a su cuerpo, él no parece querer decir algo o actuar de alguna forma. Lo único que hace es fruncir el ceño, seguramente preguntándose cuál será la extraña causa de mi presencia en su casa, como si ni siquiera le importara mi estado. Como lo haría con un intruso, algo que, si me pongo a pensar...quizás tenga un cierto nivel de lógica. ¿Qué me diferencia de un intruso luego de haber hecho lo que le hice? ¿Quién soy yo ahora? Nadie, una desconocida, con la diferencia de que uno no odia a los desconocidos, simplemente los ignora y lo que siente él por mi ahora...es puro odio.El simple hecho de pensar en esas cosas y verlo a la vez, quieto como una estatua sin sentimientos, me provoca una mezcla de debilidad y rencor. Me suelto de sus hombros y me dirijo hacia la puerta rozando su hombro
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