— ¡Feliz cumpleaños, Harold! —gritaron sus amigos, cuando Harry llegó al carro de Taolath.— Gracias. Ya dejen de decirme Harold, odio ese nombre —dijo Harry, rodando los ojos.— Ya lo sabemos. Eres un niño grande, pero jamás igual que yo —bromeó el mayor, de los chicos.— Ja. Eres un viejo, jamás serás joven de nuevo, maldito negro.— Y tu envidioso, porque este negro te gusta —dijo riendo, y Harry solo pudo darle un zape en la cabeza.— Tu jamás dejarás de ser más viejo, ni siquiera cuando te ponga las cosas que te pongas en la cara —dijo Harry, sacándole la lengua.
Leer más