El coche parecía que iba a la velocidad de la luz, saltándose todos los semáforos y señales de tráfico. Todos querían preguntar al chico quien era y porque les estaba ayudando, pero estaba tan ensimismado mirando a la carretera que tenían miedo de pronunciar cualquier palabra. Tuvieron suerte porque no les hizo falta empezar la conversación, ya lo iba a hacer el desconocido. Se presentó formalmente con el nombre de Lucca. Su acento no parecía ser americano, más bien italiano. Tenía el pelo de color castaño y tras unas gafas redondas con cristal negro se escondían unos ojos de color marrón. Parecía sacado de una boda porque traía un traje del mismo color que las gafas y una camisa blanca. Efectivamente, como intuía el grupo, no tenía más de veintidós años, en concreto tenía veinte. No era uno de los datos más importantes pero por alguna razón se sentía más cómodo coméntandolo. —Estoy muy seguro de que actualmente no os fiais de mi ni un pelo, aunque lo mismo podría decir yo de vosotro
DOS AÑOS ANTES, ALICE Al fin las clases de ese día habían acabado. Me sentía algo cansada tras haber hecho dos exámenes, uno de matemáticas y otro de inglés. Últimamente metían demasiada presión en el instituto y compaginar eso con los problemas que tenía en casa me resultaba muy tedioso. Tras despedirme de Janet, que tenía que irse por una calle paralela a la mía, saqué los auriculares de mi bolsillo y me dispuse a escuchar música. Ese día me apetecía poner Mac DeMarco. Estaba algo nerviosa, tenía miedo de llegar a casa y ver como a partir de ese momento mi mundo empezaría a desmoronarse. Tengo una relación especialmente buena con mis padres, pero siempre fui más cercana a mi padre. Cuando mi madre no se encontraba muy bien mentalmente por culpa del trabajo, mi padre siempre estuvo apoyándola y, a la vez, cuidándome para que yo tuviese una infancia lo más feliz posible. Nos gustaba pasar mucho tiempo juntos, sobre todo los fines de semana que era cuando el no trabajaba y yo no tení
Llevaban unos días bastante ajetreados. Tras salir corriendo de aquella cabaña habían montado en el coche emprendiendo rumbo hacia las afueras de la ciudad. Luca consiguió convencerlos de que la idea de quedarse en ese sitio era descabellada y que lo único que conseguían era ponerse en peligro. Lo cierto es que él tenía toda la razón del mundo. Habían pasado cuarenta y ocho horas desde que salieron de Burien. Se encontraban a bastantes kilómetros de esa cabaña extraña en la que por culpa del colchón del sofá cama y el estrés habían conseguido un dolor de cabeza que no podían aliviar porque carecían de alguna pastilla. Durante esos dos días habían estado en varios lugares. Todos ellos fueron elegidos por Luca porque según él eran lo suficientemente seguros como para poder permanecer allí al menos durante una semana, pero cuando caía la noche cambiaba drásticamente de opinión y exigía que tenían que volver a marcharse. El grupo se estaba volviendo loco con tantos cambios de planes, pe
—Que bonito es Leavenworth y, a pesar de no tener muchos habitantes parece muy animado. — dijo Alice mientras seguía caminando junto al resto del grupo. —Sí, se respira tranquilidad, algo de lo que al menos yo carezco durante estos últimos días. — añadió Luca. Hacía muchos días que no caminaban con tanta calma. Desde que comenzó el terremoto en Seattle sus vidas habían sufrido algo devastador, perder casi todo lo que tenían. Sin embargo, como Leavenworth estaba lejos de la costa y, había tenido suerte de que el terremoto ni siquiera pasase por sus terrenos, los habitantes seguían tranquilamente con sus vidas, enterándose de los problemas del resto del mundo gracias a los canales informativos de la televisión y radio. Tras la intensa conversación que habían mantenido el día anterior, decidieron que era buena idea olvidarse de todo al menos durante unas horas y disfrutar de los preciosos paisajes que les brindaba la ciudad en la que se encontraban. A Alice le empezó a doler un poco l
La forma en que se distribuye una fuerza sobre una superficie es lo que conocemos como presión. Pero este no es su único significado, ya que la presión también puede denominarse como fuerza moral o influencia ejercida sobre una persona para condicionar su comportamiento. Así se sentía el grupo ante Luca, con mucha presión. Tras el incidente ocurrido en el restaurante, Luca entró en un estado de nervios enorme, convirtiéndose en una persona con la cual era difícil de dialogar. No paraba de meter prisa a todos, diciendo que tenían que marcharse de ese sitio urgentemente. Alan le contradecía todo el rato, reprochándole que ellos no eran su marioneta y, que estaban cansados de hacer todo el tiempo solo lo que él decía. Era una discusión tan poco agradable, que Colin, Alice y Dana decidieron no entrometerse para no empeorar aún más la situación. —Os lo digo enserio, tenemos que irnos, conozco a un amigo que vive a varios kilómetros de aquí y sé que podemos confiar en él. — comentó Luca.
TRES AÑOS ANTES, LUCA La música de un tocadiscos le daba un toque distinto a una habitación que estaba completamente desordenada. Cada canción que sonaba parecía estar específicamente hecha para ese lugar. El uno para el otro. Un chico estaba tumbado boca arriba en una cama que parecía que no se hacía desde hace varios días. Una almohada por aquí, otra almohada por allá. Pero al chico no parecía importarle mucho todo el desorden que había en ese cuarto.Llamaron tres veces a la puerta y, sin ni siquiera esperar una respuesta afirmativa, un hombre entró dando pasos lentos hasta llegar hacia el centro de la habitación. —Luca, esto no puede seguir así, debes de ordenar todo esto, no sé puede casi ni andar de todas las cosas que hay tiradas por el suelo. — dijo el hombre señalando al suelo. —Qué más te da a ti si se puede andar o no, si casi nunca estás en casa, y menos en mi habitación. — respondió el chico con pocas ganas. —Lo digo porque así no se puede vivir, esto no son formas de
Tenía mucho dinero, se notaba a leguas. A parte de tener su propio avión privado, vestía con una ropa que con solo mirarla podías darte cuenta de que era de marca. Se movía con una sutileza inimaginable, mientras se guardaba las gafas del sol en uno de sus bolsillos. —Este es otro pesado como Luca. — susurró Alan mientras veía como se acercaba el chico. —No te dejes engañar por las apariencias. — contestó Alice, susurrando también. Parecía que le había tocado la lotería, sonreía de tal manera que parecía que iba a deslumbrar a alguien en cualquier momento. Tanta felicidad empezó a provocar muchas preguntas. —¡Hola, amigo! — exclamó Luca mientras le daba un abrazo acompañado de una palmada en la espalda. —¡Qué gusto volver a verte! —Lo mismo digo, han pasado muchos años. Y veo que no vienes mal acompañado. — dijo el nuevo acompañando la frase con una sonrisa de oreja a oreja. —Cierto, os presento. Chicos, este es Oliver. Oliver, estos son Alan, Alice, Dana y Colin. A vosotros os
Al sonar el timbre todos los alumnos del instituto North Trail se encaminaron a sus respectivas clases. Quedaban pocos días para las vacaciones y se notaba un ambiente de cansancio pero a la vez de felicidad. Todos tenían ganas de disfrutar del verano y pasar horas y horas sin hacer absolutamente nada. Los profesores ya no ponían tanto empeño en sus clases, primero porque ellos también estaban cansados y, segundo porque los alumnos ya no echaban cuenta a las explicaciones. Para que hacer esfuerzo de más si nadie te escucha. Era última hora y los estudiantes deseaban irse a casa y pasar un fin de semana divertido. Una parte de ellos pintarrajeaban las hojas de sus cuadernos pensando que así pasaría más rápido el tiempo y el resto deslizaban el dedo por la pantalla táctil del móvil, viendo seguramente las redes sociales. Un bostezo por aquí, otro bostezo por allí. Parecía que alguien había congelado el tiempo y no tenía pensado en volver a dejarlo como estaba. Un minuto era igual a ci