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El túnel mediante el cual habían llegado entrando por la rendija parecía un extenso laberinto sin salida. Tampoco era muy cómodo moverse por ese terreno ya que tenían que ir agachados en todo momento para no golpearse la cabeza contra el techo.

Habían avanzado, o eso pensaban, bastante. Por ese motivo no querían dar marcha atrás y, además, esa parecía ser su única salida. El problema era el sentimiento de confusión, de no saber exactamente a donde iban a llegar. Habían hecho caso a las palabras del misterioso hombre de la radio por pura desesperación de querer salir de ese sótano.

Iban uno detrás de otro, con una separación de aproximadamente dos metros para no chocarse entre si. A medida que avanzaban el lugar se volvía más y más oscuro ya que no había ninguna ventana por la cual pudieran colarse algunos rayos de luz.

La esperanza volvió a inundar sus cuerpos cuando de repente pudieron divisar a unos veinte metros una luz blanca de una procedencia que les resultaba totalmente desconocida por el momento. Tras ver que todavía tenían una oportunidad de salir vivos de allí, entre todos, empezaron a animarse y a decir frases motivadoras para alcanzar lo más rápido posible ese haz de luz.

Alan, que iba delante de todos, fue el que se encargó de abrir la rendija y de salir primero al exterior. Segundos después los demás también salieron, pudiendo ver el lugar al que habían llegado. Se encontraban en la calle, concretamente en una especie de descampado repleto de hierbajos y algunas flores como margaritas y dientes de león.

—¿Qué es este lugar? — preguntó Alice.

—Parece como una especie de descampado, pero no me suena haber estado aquí antes. — añadió Colin.

Los demás estuvieron de acuerdo con él. Nadie había estado en ese lugar antes. Se suponía que seguían en Seattle, pero debía de ser una zona de las afueras ya que no les sonaba ese sitio en absoluto.

Entre todos decidieron ir a investigar el lugar e intentar ubicarse algo. Nada más salir del descampado había un camino de tierra con muchas piedras y, justo delante, una enorme fila de árboles que no dejaban ver que había más delante. Solo podían ir por el lado derecho o el izquierdo. No querían separarse por si se perdían así que echándolo a suerte giraron a la derecha y comenzaron a caminar hacia el lado que les había tocado.

Solo podían ir en línea recta y, tras caminar unos treinta minutos, aún no habían llegado a ningún sitio distinto. En su lado izquierdo seguía encontrándose la gran fila de árboles y, en el lado derecho, había una pared de ladrillos de aproximadamente unos ocho metros de alto.

No mantenían mucha conversación y la mayoría del tiempo estaban callados. No sabían que decir ni cómo reaccionar a lo que estaban viviendo en ese momento.

Tras caminar durante una hora, al fin pudieron encontrarse con algo distinto a lo que estaban viendo durante los últimos sesenta minutos. Se encontraban en una especie de prado, sin ningún árbol ni ninguna flor. A lo lejos se podía ver una especia de casa de un gran tamaño.

—Llevo viviendo en Seattle desde que nací y nunca había visto este lugar. — dijo Alan.

El resto del grupo estaba de acuerdo con esa frase. Todos habían nacido y crecido en esa ciudad, sin embargo, era la primera vez que sabían de la existencia de ese lugar. Volvieron a emprender el camino, esta vez hacia la gran casa que no sabían que les iba a deparar.

—Por cierto, ¿os habéis dado cuenta que desde que estamos aquí no ha temblado ni una sola vez? Tampoco hay indicios de que haya ocurrido antes, el suelo está en perfecto estado, ningún árbol caído... — dijo Dana.

— Es... verdad... — añadió Alan.

De por sí todo era muy surrealista y confuso y, a medida que pasaban los minutos la situación se volvía más intensa.

Se encontraban justo enfrente de la gran puerta que formaba parte de esa enorme casa, que casi podría considerarse una mansión. Las paredes de afuera eran de un color amarillo pastel, con grandes columnas blancas. Mirando más hacia arriba se podía ver que había tres balcones, dos a cada lado y otro en medio de un tamaño mayor.

Colin fue el que decidió llamar a la puerta. No había ningún timbre o al menos no lo encontró, por eso tuvo que hacerlo con la mano. Dio tres golpes y junto a los demás se quedó expectante esperando a que alguien abriese la puerta. Los segundos pasaban y pasaban y nadie abría, ni siquiera se escuchaba movimiento dentro de la casa.

—A lo mejor está vacía. — comentó Alice mirando hacia los balcones.

—Es posible, pero... ¿De quién será? — preguntó Alan.

Tenían muchas preguntas pero ninguna respuesta. El cielo no tenía ninguna nube, no habían árboles ni flores, no se escuchaba el sonido de los pájaros, no había viento, estaban en un lugar que no habían visto nunca habiendo vivido en esa ciudad desde que nacieron...

Dieron una vuelta alrededor de la casa por si había alguna otra puerta o alguna ventana abierta, pero todas las ventanas se encontraban en la parte superior de la casa y parecían estar cerradas, además, era imposible intentar subir ya que las paredes eran completamente lisas y las columnas que las adornaban también lo eran. Era una casa peculiar. Muy peculiar.

—Deberíamos dejar de centrarnos tanto en la casa y buscar algún otro camino que nos lleve a otro lugar que no sea este. Está casa no nos servirá de nada. — afirmó Alice.

Los demás estuvieron de acuerdo. Empezaron a caminar hacia el lado contrario del que habían llegado. Tras curzar el prado volvieron a encontrarse con la gran fila de árboles, solo que ésta vez estaban a ambos lados. Parecía que esos mismos árboles eran los que estaban indicándoles la ruta.

—Esperad un momento, ¿qué es eso que se ve ahí enfrente? — preguntó Colin.

—No puede ser... — susurró Alan mientras corría para llegar antes al lugar.

—¿Cómo es que estamos aquí de nuevo? — otra pregunta más que hizo Colin.

Efectivamente, se encontraban otra vez en el mismo prado y, a lo lejos estaba la casa que habían visto tan solo unos minutos.

—¡Hemos ido en la dirección contraria, es imposible que hayamos vuelto al punto de partida! — exclamó Dana.

—Todo el rato estuvimos caminando en línea recta, no hemos dado la vuelta en ningún momento y, aún así, hemos vuelto aquí, es imposible... — comentó Alice.

La cara de los cuatro estaba hecha un cuadro. Sentían varias emociones a la vez y no sabían cómo gestionarlas.

—¿Alguien de aquí tiene Internet en su movil? — preguntó Alice.

—Creo que yo tengo. — contestó Colin.

—Déjame tu teléfono un momento, porfavor. — añadió Alice mientras cogía el dispositivo móvil.

Querría comprobar una cosa, pero no estaba segura de si iba a resultar efectiva.

—Es extraño, algunas páginas de Internet si que funcionan, sin embargo, si busco en G****e Maps nuestra ubicación me sale que dicha ubicación no existe y no puede ser encontrada.

Entre todos se quedaron mirando fijamente la pantalla del móvil comprobando que cada vez que intentaban buscar su ubicación saltaba el mismo mensaje. Era comprensible que la página diera error porque puede que hubiera poca cobertura ya que se encontraban en medio de un campo, pero, ¿ubicación no existe? ¿Qué significaba eso?

Aún les resultaba raro que habiendo tomado un camino en línea recta hubiesen llegado al mismo lugar en el que habían comenzado el trayecto, por eso decidieron volver a probar de nuevo pero con una ruta por la que no habían ido todavía. Esta vez no caminaban con esperanza de salir de allí, sino con miedo de volver al mismo lugar. Los árboles a ambos lados volvían a hacerles compañía y tras caminar durante unos treinta minutos la tristeza inundó sus cuerpos. Habían vuelto al mismo lugar.

—Vale, esto es muy surrealista, pero... si esa casa está ahí es porque le pertenece a alguien y, si ese alguien no se encuentra dentro es porque de alguna manera ha salido de aquí, ¿no?

—No sé, Dana, pero esto no tiene ningún sentido... — murmuró Colin con la mirada perdida.

Tras unos segundos de absoluto silencio, Alice pareció haber tenido una idea que a lo mejor podía funcionar.

—¿Os acordáis del hombre de la radio? Fue él el que nos dijo que entraramos por la rendija porque así podríamos salir de ese sótano, sin embargo, gracias a sus indicaciones nos hemos quedado atrapados en un lugar que ni sabemos que es ni como salir de aquí, así que, ¿porqué no volvemos por el primer camino que tomamos hasta llegar hasta aquí y nos vamos por la rendija? Sé que volvemos al sótano de nuevo, pero creo que allí tenemos más posibilidades de no sé, ¿sobrevivir y salir a un lugar que sí conocemos?

Las palabras de Alice y la manera suya de gesticularlas parecía muy convincente.

—Es buena idea, no perdemos nada al intentarlo. — dijo Alan mientras comenzaba a caminar

seguido de los demás.

En comparación con antes, esta vez tenían algo más de esperanza. Volvieron a ser acompañados de la fila de árboles pero también del muro de ladrillos de ocho metros. Les quedaba muy poco para llegar ya que caminaban con paso ligero intentando llegar a su destino cuanto antes.

Allí estaban de nuevo, en el descampado. Fueron corriendo hacia la rendija, pero se encontraron con una desagradable sorpresa, ya que ésta estaba cerrada con tornillos y tuercas.

—¡Cómo es posible! ¡La dejamos completamente abierta! — exclamó Colin mientras daba vueltas sobre si mismo.

Los cuatro se pusieron nerviosos y empezaron a gritar frases sueltas, al menos para desahogarse algo. Cuando consiguieron calmarse empezaron a percibir algo extraño en el ambiente, como una especie de niebla o humo espeso que los estaba envolviendo.

—¿Qu.. qué pasa? — consiguió pronunciar Dana.

—Me es... está entrando mu... mucho sueño. — dijo Alice con un tono de voz muy suave.

—El... hu... humo... — dijeron a la vez Alan y Colin.

Tras pronunciar esa última frase todos ellos cayeron desplomados al suelo.

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