Arvid Detuve el auto frente al edificio del hotel de la mujer que me acompañaba de copiloto, eran entrada la madrugada, faltaban pocas horas para el amanecer y por eso me había ofrecido a traerla. —Gracias —sonrió inclinándose para tomar mis labios de forma demandante. —Si no bajas ahora volveré a follarte, Cherry —susurré contra su boca tomando todo mi autocontrol para no tomarla de la cintura y colocarla sobre mi regazo. —No me molestaría pero tengo que trabajar mañana y quedan muy pocas horas de descanso —se apartó pasando su palma delicadamente por mi pecho y torso —ten una buena noche, Arvid. Tomé su mano cuando estuvo a punto de salir del auto, deteniéndola y mirándola con deseo descarado. Algo que notaba que le gustaba. —¿Qué harás el fin de semana? —pasé mis ojos por el escote sabiendo que solo bastaba tirar de la cinta y quedaría completamente desnuda. —No tengo planes, ¿por qué? —Te vendré a recoger el sábado temprano, te llevaré a un lugar. Una gran sonrisa se ensa
Hazel —Esta me parece bien —miré a mi alrededor —es la que más se adecua a mi, es lo suficientemente espaciosa para una sola persona. —Ni siquiera te he dicho el precio. —No importa, la quiero —respondí segura saliendo al pequeño jardín trasero donde había una piscina y verde césped. Llevábamos todo el día buscando una casa, estaba cansada de estar en el hotel y quería un lugar más reservado para mis encuentros con Arvid, también estaba cansada de estar tan expuesta al ojo público, necesitaba un respiro.La casa era de dos pisos, su diseño moderno con grandes cristales oscuros así como todo el color que predominaba en ella, no era muy grande, pero si lo suficiente espaciosa para una sola persona. Constaba de dos habitaciones, cada una con un baño propio y uno en el primer piso, una cocina y comedor unidos, una pequeña sala y un estudio. Sin contar con el bonito jardín, se sentía acogedor, mucho más que mi antigua casa. —Que preparen los documentos para mañana firmarlos —le ordené
Hazel El jet aterrizó en la paradisíaca isla, según me había comentado en el viaje eran ocho hectáreas con palmeras exuberantes y dos playas de arena blanca. La fresca brisa agitó mi cabello cuando bajé, maravillada observé el lugar que se sentía como estar en un paraíso, todo estaba perfectamente cuidado, el pasto verdoso y las grandes palmeras meciéndose con el viento.—Es hermoso —le comenté mientras caminábamos al pequeño auto de golf que nos esperaba para llevarnos a la gran mansión. —No tanto como tú —sentí mis mejillas encenderme, me sentía caliente después de un momento fogoso en la habitación de su jet, mis piernas ardían por su toque y porque terminara lo que había comenzado. Tomé su mano cuando me la ofreció para ayudarme a subir, el lugar era perfecto para olvidarse del mundo y para no querer volver a salir de ahí. —Ya sé cuál será mi siguiente compra innecesaria muy necesario —él sonrió de medio lado sentándose a mi lado y ordenando que nos llevaran a la mansión. —Pu
Hazel Dimos un recorrido en uno de los coches de golf, el lugar era impresionante y el rugido de las olas la melodía más hermosa. La playa me daba paz y lograba relajarme y olvidarme de todas mis frustraciones. Claro estaba que el hombre a mi lado era la razón principal para mi tranquilidad. Nos detuvimos en una zona lejos de la mansión y donde no había personal a la vista, unas grandes palmeras brindaban algo de sombra, se movían al compás de la brisa al igual que mi cabello. Bajé sin esperarle y caminé en silencio hasta la orilla para mojar mis pies en el agua, fijando mis ojos en el inmenso azul. —¿Sucede algo? —preguntó a mi oído, rodeando con sus brazos mi cintura y pegando mi espalda a su pecho. —No, es solo que... —guardé silencio.—¿Qué cosa? —Olvídalo —sacudí la cabeza —no quiero llenarte de mis problemas, así como tampoco quiero que pienses que soy una frustrada que supera el pasado. —¿Por qué asumes esas cosas? Sólo dilo, Cherry. Dejé salir un suspiro y toqué su mano
Hazel Una sonrisa boba se deslizó por mis labios cuando desperté aquella mañana, la luz del sol filtrándose por las cortinas y esa sensación en mi pecho que me atrevía a decir que era felicidad. Perezosa me deslicé de la cama, cogí la camisa negra de botones sin molestarme en ponerme nada más salí de la habitación en su búsqueda. La prenda olía a él, terriblemente exquisito. El personal en aquella casa era poco, lo cual lo hacía más cómodo, nunca había sido de mi comodidad estar rodeada de tanta gente, me hacía sentir un tanto inútil. Siempre disfruté de preparar mi propio desayuno y ordenar mi desastre. Continué caminando hasta la planta baja, saliendo a la parte trasera de la casa encontrándole en una mesa del jardín, con una taza humeante a su lado y su mirada en su iPad. Sonreí, tanto él como yo nos era imposible desconectar del todo de nuestros negocios.—Buenos días —canturree llegando a su lado, sentándome en sus piernas y recargando mi cabeza en su hombro. —Buenos días pr
HazelEl restaurante que había reservado James era el mejor de la ciudad, solíamos venir todos los domingos cuando aún estaba casada con mi padre y éramos una familia "normal". —No sé cómo me convenciste de venir a este lugar —dije al salir del auto y encontrarlo en la entrada ofreciéndome su brazo para entrar juntos. —Tranquila, no pasará nada. Ni él se creía semejante mentira, lo más lógico era que el almuerzo solo fuera con mi hermano y conmigo pero conocía a madre y a su estúpido marido que no perdían la oportunidad de estar en lugar como aquellos. Gozando de un lujo que ellos no podían dárselo. Casi me detuve en seco cuando nos guiaban a nuestra mesa, Celine estaba ahí y junto a ella Emmett. Mi respiración dejó de ser regular, la mirada asesina que le dediqué a mi madre que aún no era consciente de nuestra presencia. —Le dije que no los invitara —siseo James —. Ese hijo de puta tiene el descaro de sentarse en mi mesa...—Es mamá, no sabe decirle que no. El repiqueteo de mis
Arvid Desde la ventanilla del auto la observaba embelesado, estaba sentada en una de los viejos bancos del parque de aquel pueblecito al que su madre la había arrastrado, con un libro en su mano y con la otra descansaba su barbilla. Quería conocerla, quería saber cómo era su vida en aquella casa, si la trataban bien, quería saber todo de ella y mucho más, quería sacarla de ese pueblo de mierda. Ella estaba destinada a la grandeza, no a esto. Si bien con su madre terminamos mal, eso no le daba el derecho de ocultármelo, de llevarla al lugar más remoto del mundo y fingir que esa niña no llevaba mi sangre. Desde que vi su fotografía no dudé ni un segundo que no fuera mía, tenía algunos de mis rasgos, ni siquiera necesitaba una prueba de paternidad para que me confirmara lo que ya sabía.Decidido, abrí la puerta del auto y bajé, caminé con paso decidido acercándome a ella que se despedía de su grupo de amigos con una amabilidad muy característica de su madre. Los nervios comenzaron a ap
Mis ojos picaron por soltar las lágrimas que estaba conteniendo, mi corazón rompiéndose en pequeños fragmentos ante la imagen asquerosa que estaba contemplando. No podía creerlo, la persona con la que conviví cinco años de mi vida me había traicionado de la forma más baja. Yacía con mi hermanastra en mi propia cama, sin sentir vergüenza por haber apuñalado mi confianza y por un instante pensé «¿qué hice mal para merecer esto?»Con el dolor del mundo y aprovechando que todavía no reparaban en mi presencia saqué mi móvil para grabarlos y asegurarme de tener las pruebas suficientes para no cederle ninguna pequeña parte de mis posesiones. No iba a obtener nada de lo que con esfuerzo trabajaba mientras él se revolcaba con Celine en mi ausencia. Harta de seguir viéndolos, cerré con fuerza la puerta caminando lejos de mi habitación hasta la sala en el primer piso, sirviéndome una copa de vino en lo que ellos bajaban o tenían el descaro de continuar sin importarles nada. No me sorprendería,