Saltaron por los techos. Escondiéndose de la gente que podía verlos desde los patios. El sol desde arriba se sentía más intenso, en ocasiones, bloqueando su vista con un fuerte resplandor. Estando a una cuadra de distancia, tenían que cruzar la calle para llegar a la casa abandonada que estaba al lado contrario, corrieron por toda la orilla opuesta cuando vieron a un grupo formado. Todos llevaban uniformes, caminando ordenadamente con un solo compás. Las largas espadas colgaban de su cintura; mientras ocupaban sus manos con rifles cargados.
Los guardias caminaban hacía el mismo destino que ellos. Isaac sabía que estaban en problemas, tenía que apresurarse para sacarlos del sitio; pero no encontraba la manera de cruzar la calle mientras corría. Se detuvo frente a la casa. La ventana estaba cerrada anulando toda posibilidad de informarles desde lejos. La ansiedad corrió con él por todo su cuerpo. Los guardias se acercaban en marcha. De pronto, se giró a Samuel parado atrás suUna multitud de guardias hacían un círculo mientras marchaban con prisa. Rodeando a cuatro personas que cargaban un objeto pesado. Los tres se movían intentando ver a través de la gente lo que protegían con tanto esmero. En un leve desorden de pasos que tuvieron, quedó al descubierto el interior del cofre humano. Sostenida por dos personas, una delante con los brazos hacia atrás; mientras que el otro soldado atrás con los brazos adelante, llevaban una camilla de tela hecha con dos varas a los costados hundida en el centro por el peso de la persona sobre ella. De un costado, sobresalía el codo de un brazo arrugado doblado en el pecho del enfermo que se agitaba con una respiración anormal.Las dos manos de Dylan golpearon el marco de la ventana. Los dedos se apretaron haciendo rechinar la madera. Las venas en sus brazos sobresalían por la fuerza ejercida. Automáticamente, Isaac y Matías le pusieron una mano en cada hombro, impidiendo que saliera corriendo tras ellos.
Por los tejados en diagonal que dividían las cuadras, ocultándolos de la vista. Debido a la gran velocidad que eran capaces de conseguir, pudieron alcanzar a los soldados fácilmente. Ellos trotaban en orden con un poco de prisa; pero el herido a su cuidado les impedía avanzar a gran velocidad. Cuando los alcanzaron, tuvieron que parar de correr. Isaac se recostó en el techo y sacó la cabeza para ver la situación. Con solo caminar agachados eran capaces de seguirles el ritmo.En fila, iban deslizándose suavemente a través de las tejas, con la precaución necesaria para no romperlas o hacer que se cayeran. Los años de práctica lo hacían ser fácil, solamente los pies de Samuel parecían tener dificultad al afirmarse sobre el techo; pero a pesar de estar atento a los guardias, Isaac siempre mantenía un ojo en él por cualquier error que pudiera cometer.La complicación llegó cuando los guardias se desviaron del camino recto, yéndose hacía el camino de la derecha que les q
Sin detener sus movimientos un solo segundo, entró a la casa. Un poco más lento, Tomás se apresuraba en mantener la distancia corta. Como era costumbre para los soldados, no pasaron ni cinco minutos cuando volvió a salir; pero esa vez, Tomás no fue capaz de seguirle el paso. Con la boca aún repleta, masticando entrecortadamente. Cerró la puerta y comenzó a correr para alcanzarlo. Pero no llegó muy lejos cuando sintió un golpe en la espalda. Se detuvo, volteando lentamente con las mejillas infladas. Barrió su vista por el lugar y al no ver nada siguió caminando.En ese momento su padre ya había tomado ventaja. Estaba por correr de nuevo cuando sintió otro golpe. En el techo, Isaac recibía las piedras que Samuel le pasaba, tiró otra. Dándole justo en el estómago. En el instante en que sintió el golpe, Tomás llevó la mano a su estómago atrapando el objeto. Lo examinó, luego, fue en busca del culpable siguiendo la dirección en que venía la piedra. Se metió en el callejón a un l
Su corazón palpitaba rápido. El sudor se escurría de su frente deslizándose gota por gota mientras era llevadas por el aire. Parado sobre la pared, indeciso si saltar al patio o no. Al final, dio un paso al frente, donde no había algo solido que lo detuviera. Su cuerpo cayó pesadamente, hasta que la punta de sus pies toco el suelo. Se quedó ahí por un tiempo, sin atreverse a levantar el rostro y echar un vistazo. De pronto, una puerta se abrió, luego un grito se escuchó.-¡viniste! - Isaac levantó la vista hacia el sonido. Una niña corría hacía él con una enorme sonrisa - ¡viniste a jugar! - tomó su mano colgando y saltó varías veces.-¿Abigail? - se escuchó desde dentro. El corazón de Isaac se detuvo - ¿Abigail por qué gritas? - la voz se acercó.La joven emergió desde el cuarto oscuro. Peinando sus cabellos mojados. Con la cabeza inclinada a un lado; mientras deslizaba el peine desde arriba, suavemente hasta llegar a la parte más baja. Sus movimientos se detuvieron cuando vio al homb
Avergonzado, Isaac apretó el puño que había sido tocado por ella - lo siento - las esquinas de los ojos de Sofía se cursaron ligeramente. Como si sonriera con ellos, aceptando la disculpa.El corazón de Isaac se agitó, ensimismado por la vista. El aire que se agitaba alrededor traía consigo el aroma fresco de Sofía, embriagándolo con la dulzura casi empalagosa. A diferencia de su aura fría como el hielo, su presencia era cálida. Haciendo que Isaac no deseara separarse ni un centímetro. Su cabello negro enmarcaba su rostro como si fuera una pintura costosa. Los ojos eran tan oscuros que incluso podían infundir miedo y esos labios, rosados y finos eran cautivadores.Envuelto por las alucinaciones provocadas por el aroma que cautivo sus sentidos. Isaac dio un paso más cerca. Sumamente pegado a ella. Perdido completamente de su entorno, hasta de la misma Sofía. Desconociendo sus propios actos, como si fuera preso de alguna enfermedad. Bajó la cabeza, llegando a rozar l
El guardia que lo llevaba sintió que se quedaba atrás. Lo jaló de las esposas con mucha fuerza, humillándolo aún más. Pero por más que lo instaran no podían hacer que sus pies se movieran más rápido; puesto que sus pies se habían convertido en plomo. Tan pesados que los arrastró por todo el camino hasta que sus zapatos se deshicieron y tuvo que caminar descalzo. Aceptando cualquier castigo como pago por sus pecados, no se quejó. La herida en su pierna ya había parado de sangrar, pero aún dolía.Cuando llegaron a la cárcel, fueron separados; aunque Isaac intentó ir tras sus hermanos, lo obligaron ir a donde le ordenaron. Siendo jalado, giró su cuerpo hacía atrás, encontrándose con sus hermanos igual de alterados - ¡iremos juntos! - jaló sus manos; pero fue regresado a su posición.Samuel lloraba - ¡hermano! - mientras Matías conservaba la calma como resignado al castigo por recibir. Dylan sonrió despreocupado hacia Matías, diciéndole con los ojos que siempre lo enco
Matías corrió desde la puerta a la cama, pasando a un lado suyo antes de arrodillarse junto a ella. Samuel temblaba con las manos aún cubriendo su boca, sus ojos húmedos se enrojecían cada vez más; mientras el líquido fluía en abundancia. Hasta que sintió la humedad en su cuello, Isaac fue consciente de su propio llanto. De pronto, Matías volvió a pasar a su lado. Un segundo después escuchó una voz llamándolo a lo lejos.-¡hermano!, ¡hermano! - sintió una mano en su brazo que lo agitó - ¡ISAAC! - el grito cerca de su oído lo despertó.-¡¿qué?! - respondió ansioso.Matias informó a todos a su alrededor - ¡los guardias ya vienen!.La sorpresa se vio en ellos, menos en Dylan quien se recostó en el cuerpo que iba perdiendo su calor - ¡rápido, vámonos! - Matías jaló un brazo de Dylan; pero este seguía inmóvil.Isaac salió, comprobó que los guardias se acercaban a una velocidad considerable y ya les faltaba muy poco. Desde la puerta gritó - ¡VA
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando volvieron a entrar los guardias. Llegaron a esposarlo sin tener consideración por el daño que podían causar las esposas. Lo arrastraron hacia afuera donde se topó con sus hermanos. Sus caras habían adquirido el color opaco de la habitación. Sus ojos apenas se abrían por la claridad que les golpeaba la cara. Al verlo, el rostro de Samuel quiso mostrar alegría; pero sus gestos estaban cansados, al igual que su garganta; por eso, no habló. Tomaron el camino que los guardias les indicaron. Fueron escoltados hacía el lugar donde se llevaría a cabo el juicio.El área parecía más una arena de pelea donde la gente se acomodaba alrededor para observar el sufrimiento ajeno. Les ordenaron pararse justo frente al alto podio que se alzaba para que los jueces tuvieran una vista completa de todo el lugar. Isaac, barrió su vista borrosa por todo el lugar. Las caras satisfechas de las personas que asistieron se grabaron en su memoria. Sintió miedo